lunes, 3 de octubre de 2011

"Antes era una leona que devoraba..."

Laura Sierra Balmaseda. Educadora de Fundación Pioneros. 
“Antes era una leona que devoraba, ahora soy una gatita que cuando se enfada, araña”.
He querido seleccionar esta frase expresada por una de las adolescen­tes con la que he tenido la suerte de compartir un espacio educativo por la riqueza del contenido y por el esfuerzo personal que detrás de ella hay. Así fue como sintetizó el traba­jo personal que había realizado a lo largo de muchos meses de una com­plicada situación.
¿Qué funcionó de nuestra labor de acompañamiento durante ese pro­ceso? Ni más ni menos que sinto­nizar con su daño, comprenderlo, acogerlo, validarlo, reflexionarlo y buscar soluciones eficaces y justas para evitar aumentar el daño hacia ella misma o dañar a otros.
Sintonizar con su daño, como quien sintoniza un dial de la radio hasta escucharlo nítidamente, escuchar lo que le está pasando a través de lo que está expresando (su discurso) y de lo que no está expresando (sus gestos, sus emociones, sus senti­mientos…) para entender y conec­tar con cómo lo está viviendo.
Comprenderlo, conocer y conside­rar su historia vital, como ella la ha vivido y sentido…
Acogerlo, como quien acoge a una leona herida tras su intento de ma­tar a una cebra y romperse una pata que le impide caminar, con el objeto de ayudarle a curarse, aunque no es­temos de acuerdo con su intento de quitar esa vida…
Validarlo, identificar, asignar valor, comprender y aceptar las emocio­nes que están produciendo ese daño…
Reflexionarlo, porque solo desde el ejercicio de pensar ella misma pue­de conocer las causas de lo que le ha pasado, las consecuencias de lo que dice y hace, puede entender lo que siente el otro cuando ella actúa…
A partir de aquí esta adolescente pudo buscar soluciones alternativas ante las situaciones que se le iban presentando, con aciertos y errores, pero siempre intentándolo.
A fecha de hoy, puede y podrá cons­truir su propio camino con sus me­tas e ilusiones…porque el trabajo más difícil y arduo ya lo ha realizado: el de integrar y aceptar su situación, y a partir de ello, es mucho más fácil vivir, y sobre todo, vivir feliz, en paz con ella misma…
Esta tarea, tan sencilla y complicada a la vez, me hace reflexionar sobre nuestro papel como padres, edu­cadores, profesores… en definitiva adultos que tenemos la importante tarea de acompañar a los adoles­centes en su proceso educativo. Y este acompañar no es una acción pasiva en la que esperamos que se actúe como a nosotros nos gustaría, centrándonos en normas rígidas y patrones personales. Acompañar es compartir el camino y sus experien­cias, estar “al lado” durante el tiempo que dure nuestra relación. Supone implicarnos en el proceso de cada chico, poniendo atención en no pe­car de exceso de atención que se traduce en agobio, ni en defecto de la misma que se traduce en abando­no. Adaptarnos a su situación, ser accesibles y estar disponibles para descubrir y escuchar sus necesida­des y sus dificultades. Pasar a la ac­ción desde el respeto, porque solo desde él generaremos la confianza necesaria para que se comuniquen con nosotros en aras de ayudarles a buscar soluciones a sus plantea­mientos y a gestionar lo que viven y cómo lo viven. La seguridad emo­cional y el apoyo son ingredientes básicos para que entiendan que hagan lo que hagan, todo puede ser de otra manera, que confiamos en la evolución positiva de su vida. Y todo ello siempre dentro de unos límites necesarios para ellos y para nosotros.
Para concluir, animar a toda aquella persona que esté inmersa en esta apasionante tarea que es EDUCAR para que con su paciencia, ilusión y dedicación, siga acompañando a estas maravillosas fieras que habitan en la jungla llamada sociedad para que se desarrollen y vivan con auto­nomía, responsabilidad y felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario