lunes, 5 de diciembre de 2011

Máster en Educación I


Inma Corral Rodríguez. Profesora de inglés en el IES Foramontanos. Cabezón de la Sal - Cantabria.

La educación de niños y adolescen­tes: esa tarea retadora, entusiasta, agotadora, fundamental, priorita­ria y tan necesaria para avanzar ha­cia sociedades equilibradas, solida­rias, cultas y felices recae en manos de profesionales, que con distintas experiencias vitales y con más o menos voluntad e implicación, dan forma a la experiencia escolar de los futuros ciudadanos, sobre los que recaerá el diseño de leyes, normas y acuerdos para convivir a nivel personal y colectivo.
Siendo tan relevante este aspecto para cualquier sociedad, dedicar tiempo, energía, palabras y senti­mientos a formar a los futuros for­madores es más que obvio.
Hace más de 20 años me enfrenté a mi primera clase: 40 miradas ado­lescentes que analizaban a su nue­va tutora, su forma de vestir, su voz, sus gestos y sus palabras. Tal fue el impacto en mí, que fui incapaz de leer la lista completa de nombres sin que me temblaran las manos, y tuve que dejar la lista de mis nue­vos alumnos encima de la mesa y continuar desde allí.
A partir de ahí han seguido años de encuentros y desencuentros con esas mismas miradas, de aciertos y de montones de errores, de obser­var y de mirar a su vez, de aprender siempre, a pelo, sin haber recibido una formación previa a ese mare­mágnum de vida que me envolvía y me envuelve.
Según pasan los años cambian los programas educativos, sus conte­nidos, las metodologías, se aplican nuevos criterios de evaluación, se retoman aspectos descartados, se abandona otros ya probados, todo funciona y todo vale o no, y lo opuesto también. ¿Qué necesi­tamos pues?
Cuando se plantea un Máster en Educación hay aspectos que siento como fundamentales para llevar a cabo la tarea de educar.
En primer lugar, necesitamos co­nocer muy bien con lo que trabaja­mos, personitas y personas en ple­no cambio y evolución, con todo lo que implica, personas con persona­lidades, físicos, familias, amigos y entornos diversos, con experiencias distintas , con opiniones y gustos y con reacciones propias de su mo­mento vital. Este conocimiento nos va a ayudar a entender, a no juzgar, a recordar nuestra propia adoles­cencia y la de nuestros amigos y a acercarnos a ella como adulto, con comprensión y perspectiva.
La formación en el control de las emociones, del manejo de las rela­ciones como grupo e individuales, las dinámicas de grupo, el manejo del liderazgo… ayuda a un mayor entendimiento a la hora de trans­mitir luego conocimientos, de en­señar procedimientos y de desarro­llar actitudes. Las emociones y los sentimientos que se generan a la hora de relacionarse con un grupo de adolescentes a los que hay que formar y enseñar son más impor­tantes que lo que se va a enseñar en sí, ya que determina que algo se quiera aprender o que se rechace.
Es mucha presión y responsabi­lidad la que recae pues sobre los profesionales docentes, es por eso por lo que que necesitan apoyo y formación para dar valor a estos aspectos y aprendan a manejar­los con éxito. Si los docentes no quieren colaborar no hay nada que hacer, de ahí que sea tan importan­te el trabajo con sus emociones y necesidades y que se sientan refor­zados y apoyados: hay que cuidar al cuidador y hay que educar al educador. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario