viernes, 13 de julio de 2012

Atravesar el alma educando en arte


Patricia San José Torga. Profesora de Artesanía en CCEE Los Ángeles y Especialista en Arteterapia Transdisciplinaria.

Crear es una terapia para el alma. Las manchas, los colores, las for­mas, las texturas son parte de los paisajes que construimos y que habitamos. El juego, la melodía que suena al andar por cada uno de ellos. El arte, más allá de la edu­cación, es una forma de sentir y de vivir descubriendo nuestras capaci­dades.
Cada día llego al aula y espero, con la inquietud que te da la sorpresa, a que los alumnos de transición a la vida adulta asomen su cabeza para comenzar a trabajar. Una parte de la planificación del taller de arte­sanía nos permite desarrollar pro­yectos artísticos para presentarlos a concursos. Es ahí donde aprovecho para explorar con ellos el mundo del arteterapia.
“¿Qué hacemos? ¿qué color utilizo? ¿por dónde empiezo?” son pregun­tas habituales al comenzar el tra­bajo que encuentran su respuesta en el juego. De pronto aparece el silencio vergonzoso acompañado en ocasiones por los “no sés” derro­tados. Entonces, una lluvia de ideas puede conformar un puzzle lleno de aconteceres y temas a tratar. Es así como el arte, en cualquiera de sus formas, expresa lo que no se puede decir con palabras. Es un lenguaje que, al no tener las mis­mas reglas que el lenguaje verbal, facilita la expresión verbal a través de los símbolos. Nos permite así dar forma a lo vital, a la interrogación, a los deseos, a la comunicación y a los múltiples personajes que ha­bitan en el interior de cada uno. El arte es un medio común a todos: el ser humano aprendió a bailar y pin­tar antes de hablar.
El arteterapia enriquece la expe­riencia plástica y visual, haciendo que trascienda para llegar a todos los lugares y a todas las personas ampliando sus horizontes hasta límites inimaginables. También fo­menta la autoexpresión para otor­gar un espacio de sana convivencia, socialmente aceptable y una opor­tunidad de expresión creativa libre.
El elemento esencial en todo el pro­grama artístico es la persona. Trazar esa malla cercana que llega a ser afectiva es nuestro primer impulso. Sentir que algo resuena, vibra y late en tu corazón. El proceso artístico es una experiencia de sentimiento y aprendizaje y es nuestro deber alimentar el espíritu creador de los alumnos favoreciendo las condicio­nes ambientales para que la expe­riencia artística tenga lugar.
En el terreno del arteterapia no es tan importante el resultado final sino el proceso, hay que observar con detenimiento lo que se halla en ese camino en el que se pueden en­contrar escollos que hay que apren­der a resolver; hallar el momento de descanso para contemplar lo que se está creando, llegar hasta algo nuevo, desconocido.
El arte no puede tratar de competir con temas académicos, el arte debe mantener su esencia y permanecer siendo básicamente humano, debe ser el lugar al que dirija sus ojos el alumno sin la preocupación de que su trabajo sea evaluado, ni la sen­sación de que tiene que actuar de acuerdo con los cánones de otros.
La experiencia me dice que los diversos espacios educativos hay que llenarlos de corazón, de cuer­po, de arte, de vida y de experien­cias, luchando contra la pesadum­bre y el aburrimiento para que cada día aprendamos con alegría y entusiasmo permitiendo que las emociones que nuestros alumnos tienen, se expresen libremente en el aula. Lo mejor en este caso, es descubrir en cada paso, que el as­pecto rehabilitador y terapéutico del arte en el aula, empieza a que­darse corto en los alumnos. Porque quieren aprender más, se sienten bien y quieren dedicar más tiempo a expresar, a comunicar y a crear, porque quieren ser artistas.


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