viernes, 4 de enero de 2013

El aikido en los niños



Miguel Ángel García Cortés. Profesor de Aikido.

Llevo más de 12 años impartiendo clases de aikido a niños de edades comprendidas entre los 7 años y los 16, y a adultos, y a lo largo de esta experiencia he ido viendo cómo a mi entender los niños se vuelven adultos y los adultos niños. Sé que parece una paradoja pero ocurre exactamente así. Durante las clases existe una metamorfosis en la cual los niños se dejan llevar y los adul­tos se transforman en niños con una facilidad pasmosa y son dúctiles y maleables. Es asombroso cómo se produce el proceso, y bajo mi hu­milde opinión a los niños les cuesta mucho menos que a los adultos.
Ha habido niños que se han que­dado por el camino, lo mismo que adultos, pero otros han perseverado, llevan ya entre 5 y 6 años entrenan­do conmigo y he visto su evolución marcial dentro del dojo.
Durante la clase se transforman y se dejan llevar practicando las técnicas, siendo unas veces tori (persona que realiza la técnica) y otras uke (perso­na que realiza el ataque). Practican con alegría, con energía, empiezan a ser marciales y a intentar domi­nar durante este periodo escaso de tiempo sus emociones. Esto último es lo más complicado porque en el momento en que empiezan a asimi­lar las técnicas trabajadas en clase se emocionan y ya no hacen aikido si no que entran en un dinamismo en el cual pierden durante la práctica el sentido de la realidad.
Es en ese momento donde entro como profesor para decirles que se están dejando llevar por sus emo­ciones y que ya no practican un arte marcial, sino coreografía. En el ins­tante que en los paro son adultos porque entienden perfectamente lo que trato de inculcarles y compren­den que no deben perder nunca el sentido de la realidad sino visualizar al oponente en sí en todo su campo de acción y no solo donde realmen­te se produce el ataque para poder llevar a cabo la técnica correspon­diente con el consiguiente trabajo y dominio del contrincante. Siguen practicando, tomando nota mental­mente de los movimientos, la posi­ción de los pies, manos, cabeza y los nombres de las técnicas.
Es increíble ver cómo los niños cap­tan las técnicas a estas edades: son esponjas, tienen el don de absorber todo lo que tratas de comentarles y enseñarles, y muchas veces o casi todas ellas superan con creces a los adultos. Se quedan con los nombres, los desplazamientos, etc.
Les intento inculcar que el aikido es el arte de la esquiva pero no solo en el dojo sino fuera de él, que es posi­ble salir a flote de cualquier situación con ayuda de los valores adquiridos o enseñados durante las clases, abriendo la puerta y ocupándose de aquellos problemas a los que pue­den hacer frente y dejando pasar aquellos en cuyas manos no está la solución.
Así se van haciendo adultos sin necesidad de pedir ayuda constan­temente, mostrando en cada ins­tante lo que han ido aprendiendo y poniendo en práctica lo recibido durante su entrenamiento sema­nal.
Esto es básicamente mi trabajo: el placer de ayudar a los niños a ser más autónomos.
Muchas gracias a aquellas personas que confiaron en su día en mí, a las que siguen confiando y hacen que siga impartiendo clases viernes y sá­bados a niños y adultos, haciéndo­me sentir niño durante ese tiempo. Gracias de todo corazón, amigos y padres.

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